Este cuento se llama El leñador tenaz y está incluido en el libro Cuentos para pensar de Jorge Bucay, un médico, psico-dramaturgo, terapeuta y escritor argentino.
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Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.
El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque.
El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar.
En un solo día cortó dieciocho árboles.
-Te felicito -le dijo el capataz-. Sigue así.
Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó bien temprano.
A la mañana siguiente, se levantó antes que nadie y se fue al bosque.
A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.
«Debo estar cansado», pensó. Y decidió acostarse con la puesta de sol.
Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad.
Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.
Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento.
El capataz le preguntó: «¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?».
-¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles.
¿Reflexionamos sobre “el leñador tenaz” y las herramientas que usamos como maestros?
Es difícil creer, en muchas ocasiones los maestros, dedicamos tan poco tiempo a revisar y evaluar las estrategias de aprendizaje que hemos usado durante el proceso de enseñanza.
Nos pasa como el leñador tenaz, queremos ser muy eficientes, y seguimos aplicando los mismos métodos, las mismas didácticas, las mismas estrategias, año tras año, grupo a grupo, y nunca revisamos el hacha.
Aquí es importante revisar, diagnosticar, cuestionar y sobre todo reflexionar. Cuestionar mi labor de maestro.
¿Y qué deberíamos revisar?
El leñador tenaz, debería realizar una introspección, una revisión hacia el interior propio. Como en la historia, sería importante darnos cuenta ¿cómo esta nuestro cuerpo? ¿Cuáles son nuestras motivaciones? ¿Cuál es nuestra labor? Comparemos con la historia, el leñador:
- El leñador descansa, para estar listo para la siguiente jornada.
- Sus motivaciones son siempre romper el record de árboles talados.
- Su labor es talar árboles, satisfacer a su capataz.
El maestro debería realizar lo mismo que el leñador, descansar de manera adecuada, estar siempre listo para la siguiente jornada; mantener sus motivaciones en cuanto a los estudiantes, y su verdadera labor consisten en satisfacer las ansias de conocimiento y aprendizaje que tienen sus estudiantes.
¿Cómo es nuestra hacha de maestro? ¿Qué herramientas usa el leñador tenaz?
En esta comparación es importante entender que el hacha para los maestros, son todo ese conjunto de habilidades que tiene cada educador para brindar lo mejor de sí, y acompañar de manera efectiva el proceso de aprendizaje de cada estudiante, de cada grupo.
Las hachas suelen variar dependiendo del maestro, de los saberes que imparta, de la metodología propia del área de enseñanza, de la didáctica de la ciencia y sobre todo del sello que cada profesor puede estampar en la vida de los estudiantes.
Las hachas se desgastan, debido a la dificultad de ver, de percibir y de recibir retroalimentación o feedback sobre el proceso que impartimos en el aula.
¿Qué decimos al capataz?
En ocasiones decimos al capataz, que no estamos logrando el objetivo, no hemos podido romper el record de aprendizaje que nos habíamos propuesto, y pensamos que es culpa del capataz.
En este caso el capataz puede representar la familia, el colegio y hasta los propios niños, porque por defecto, nuestros potenciales jefes y nuestro centro de interés es el aprendizaje de niños y adolescentes.
Lo más fácil es acudir a la primera instancia, el capataz como colegio, que efectivamente puede ser la primera instancia que nos haga reflejo de la dificultad que estamos teniendo como educadores. Los centros educativos siempre realizan procesos para mejorar las estrategias de los maestros, y por lo tanto pueden identificar cuando una debilidad se presenta en las herramientas que cada maestro tiene.
En otras ocasiones es la familia, la que puede mostrar y hacer eco de la dificultad de aprender que tiene el estudiante, por la carencia de buenas estrategias utilizadas por el maestro.
Pero los que mejor pueden hacer reflejo de nuestras herramientas, son los propios estudiantes. Con claridad pueden comunicar su necesidad y hacer saber, que en ocasiones las estrategias que usamos no son las más adecuadas. Es a ellos, a los que debemos preguntar, para mejorar las estrategias que usamos.
No siempre podemos talar todo un bosque con la misma hacha.
No todos los árboles tienen el mismo grosor. La madera puede variar y las estrategias para talar los árboles pueden ser diferentes, dependiendo de la zona, del suelo, del ambiente que lo rodea y de las intenciones que tenemos para usar la madera.
Lo mismo ocurre con los estudiantes, no siempre podemos usar la misma estrategia de aprendizaje, en ocasiones cada uno puede presentar una diferencia abismal en su ritmo de aprendizaje, en sus intereses, gustos, aptitudes y hasta actitudes.
Conclusiones
- Siempre revisar las herramientas que usamos, como el leñador. No realizar nuestra labor con herramientas agotadas, anticuadas o sin coherencia en el ejercicio de aprendizaje.
- Las metas que trazamos como maestros, deben ser justas, medibles e inteligentes. Nada de metas utópicas, sin mediciones y fuera de contexto.
- No siempre podemos talar todo un bosque con la misma hacha
Para cuestionarse
- ¿Cada cuánto revisas tus estrategias, didácticas y recursos para enseñar?
- ¿Te cuesta reflexionar sobre tu propio trabajo, sobre tu que hacer como maestro?
- ¿Cuáles son tus metas con en ese árbol difícil de talar?
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